Blanco Vejer

Cádiz

La primavera, la sangre altera, y a las vidorras, las hace viajeras! Este fin de semana volvemos a la tierra que vio nacer nuestro proyecto y que cada año nos atrapa con sus deliciosos sabores, olores y paisajes. Nuestro primer destino primaveral es Vejer de la Frontera, donde a cada paso descubrimos un nuevo rincón y una nueva experiencia.  

 

  

En esta ocasión los vidorros son nuestros anfitriones y nos llevan de la mano por las callejuelas blancas y empinadas. Sillas de nea en las puertas, paredes adornadas con tejas que hacen de maceteros, patios andaluces llenos de verdes macetas y detalles, muchos detalles que son la delicia de los amantes de la fotografía. 

   

 

Paramos frente a la cobijada, que desde su saya negra divisa a todos los que nos detenemos a contemplarla. El manto negro cubre a la mujer vejeriega por completo salvo el ojo derecho, dotándola de una misteriosa mirada. Aunque es de origen castellano, nos recuerda mucho más a ropas de procedencia islámica, que junto a la arquitectura de callejuelas estrechas, blancas y empedradas nos transportan al país vecino. 

  

Las puertas de las casas siguen abiertas, recordándonos la vida de pueblo donde todos se conocen y la  hospitalidad de sus gentes que invitan a contemplar los numerosos patios decorados de macetas y otros enseres

  

Uno de los más llamativos es el del Mayorazgo, con su patio de la torre, que como su nombre indica da acceso a una de las torres de las murallas.   

Al atardecer nos acercamos a los molinos que coronan el cerro. Las vistas desde aquí son sencillamente impresionantes. Las playas del Palmar, el sol de ocaso, las colinas verdes bajo nuestros pies y los parapente que a esta hora despegan desde lo más alto señalan el final del día. 

  

  
Cae la noche y nos preparamos para el siguiente asalto. Las calles de Vejer están casi vacías y es que sus habitantes se reúnen en la parte alta para disfrutar de la feria! Y es que esta es la primera de las ferias de Andalucía, después vendrán las de Jerez, Sevilla y otras de no tanto renombre pero igual de  alegres. 

Las casetas, aunque no son muchas, son un hervidero. Es el momento de reencuentro de muchos que han crecido aquí y que por trabajo o destino viven fuera. Amigos de la infancia vuelven estos días para reencontrarse con sus raíces.

La hospitalidad de sus gentes vuelve a ponerse de manifiesto cuando al entrar en una de las casetas por segunda noche nos saludan con el cariño de quien te conoce de toda la vida. 

Y qué mejor manera de empezar la primavera que con una auténtica vidorra??

Caminito del Rey

Málaga

‘Una de las experiencias que no te puedes perder en 2015’ tal y como recomienda una de las más conocidas guías de viaje, Lonely Planet. Estábamos deseando descubrir esta ruta que ha estado cerrada al público durante años y que han reabierto en 2015 tras una obra de ingeniería cuanto menos, admirable.

Ha sido catalogada durante años como una de las rutas más peligrosas debido a su localización (situada en el desfiladero de los Gaitanes) y su deterioro. Fue construida entre 1901 y 1905 para facilitar el acceso por ambos lados del desfiladero a la presa hidroeléctrica del Chorro. Pero no fue hasta 1921 cuando el rey Alfonso XII lo inauguró y recorrió los 3 kilómetros de pasarelas. Desde entonces se popularizó y renombró como Caminito del Rey.

Así pues, Vidorra Experience aprovecha la oportunidad de disfrutar de esta experiencia en tierras malagueñas!

Decidimos hacer la ruta en sentido descendente, comenzando por la entrada norte, situada en Ardales, y finalizando en el Chorro, en el municipio de Álora.

El comienzo ya es interesante ya que atravesamos un túnel de unos 500 metros que bien te hacen sentir en el interior de una antigua mina.



Tras el túnel, recorremos un kilómetro de distancia en un entorno maravilloso. El sendero discurre rodeado de pinos y con el pantano a nuestros pies.

 Al llegar a la presa, una caseta de control nos comprueban las entradas (que son nominativas e intransferibles) y nos atavían con un casco que nos protegerá de cualquier piedra que pueda caer por el camino.

 A partir de aquí, el sendero consta de dos zonas de pasarelas, sin duda, lo más emocionante del caminito!


El primer tramo de pasarelas se nos pasa casi sin darnos cuenta. No somos conscientes de la altura a la que caminamos hasta que vemos el recorrido una vez superado.


Las pasarelas son anchas y seguras, aptas para cualquiera que le guste pasear y disfrutar de la naturaleza. Al menos hasta llegar al puente colgante…


Detenerse para contemplar el paisaje, respirar el aire limpio y dejarse llevar por el sonido del agua es indispensable a lo largo de la ruta. Además, aunque nosotras somos de mirar siempre hacia delante, en esta ocasión nos vemos obligadas a recrearnos en la postal que dejamos a nuestra espalda.


 A lo largo de todo el recorrido se pueden observar la antigua y la nueva pasarelas, una sobre la otra.

Seguimos avanzando y el desfiladero nos va envolviendo. Las paredes cada vez son más alta y las pasarelas se alejan del suelo.


Llegamos al mirador del cristal. Pisar sobre un suelo transparente a más de 100 metros de altura es toda una experiencia. Desde aquí ya podemos ver el gran protagonista del Caminito, el puente que une los dos lados del desfiladero.


Toca atravesarlo por el renovado puente colgante…

Si padecéis de vértigo, ni se os ocurra mirar hacia abajo, que el suelo del puente es de rejilla y se ve todo, todo y todo!

Las vistas desde esta parte del recorrido son sencillamente espectaculares. Se abre el cañón hacia el pantano del Chorro, y se siente el final del desfiladero por el que hemos ido paseando durante más de una hora.

Estamos llegando al final del recorrido de pasarelas, las vías del tren nos recuerdan que la estación Del Chorro ya está cerca.


Lo que antiguamente se atravesaba por debajo y de forma ilegal para pasar y escalar, ahora se atraviesa desde arriba y con todas las medidas de seguridad.


Seguimos avanzando con la satisfacción del que ha terminado con éxito el recorrido! Nos despedimos de las montañas y ponemos rumbo a la lanzadera que nos llevará de vuelta al comienzo del camino.

La experiencia es más que recomendable. Nosotros ya la hemos vivido, y vosotros a qué esperáis?!

Ruta de senderismo desde Valdevaqueros a Bolonia

Cádiz

Aprovechando los últimos días de agosto, Vidorra Experience se traslada a su segunda casa: Cádiz. Cinco días de sol, playa, poniente, olas, rutas de senderismo y buena gastronomía ponen el broche de oro a las vacaciones de verano.

La primera ruta que nos decidimos a realizar es la que nos lleva desde la playa de Valdevaqueros a la playa de Bolonia. Planteamos recorrer los 9 kilómetros que las separan por el litoral así que lo primero que hacemos es mirar el parte de mareas (Tabla de mareas ) Es la primera vez que lo miramos y descubrimos lo útil que nos resulta!! La hora de comienzo de la ruta coincide con la pleamar, pero tenemos la suerte de hacerla el día con menos coeficiente del mes! Así que después de un gran desayuno, nos ponemos en marcha.


Comenzamos en la misma puerta de  Valdevaqueros. Encontrar tanto la playa como el Tumbao tan tranquilos nos parece hasta raro. Unas horas antes era casi imposible hacerse un hueco para disfrutar aquí del ocaso.



Son las 10:30 de la mañana y el cielo se nos presenta más que gris. Así que disfrutamos del fresco paseo mientras nos acercamos a la duna de Punta Paloma. 


Seguimos avanzando hasta llegar a los famosos barros. Es común encontrarse a más de uno paseando por la playa envuelto en una capa de barro gris. Esta mañana, no hay nadie, está vacío.


El camino que encontramos a partir de ahora es una auténtica delicia. Calas de arena blanca y aguas transparentes, playas virgenes rodeadas de pinos donde la única presencia es la nuestra. El sentimiento de descubrir sitios nuevos y de estas características nos hacen imaginarnos a los primeros pobladores. ¿Qué sentirían al llegar a un destino así? Probablemente creyeran haber encontrado el paraíso. Y lo cierto es que no iban desencaminados…



La pleamar nos impide cruzar una de las partes del recorrido, así que escalamos por donde podemos y seguimos nuestro camino entre matorrales y arena de la duna.

Llegamos a uno de los numerosos búnkers que aún quedan por la costa y disfrutamos de las vistas desde esta altura. El dia se va despejando poco a poco y tras el color gris, el azul celeste va adueñándose del cielo.

Seguimos avanzando y llegamos a las piscinas de Bolonia. Imposible resistirse a un baño en estas aguas, tan limpias como naturales, lo único que encuentras son peces y algas.


Durante todo el trayecto encontramos restos de al menos una docena de embarcaciones y cayucos que en su día llegaron a la costa. Sin embargo en esta parte lo que nos sorprende son dos preciosos barquitos de vela esperando sobre la arena a que suba la marea y los saquen a navegar.

Lo que encontramos en la siguiente cala, nos llama también la atención. Decenas de piedras se posan unas encimas de otras en perfecto equilibrio formando un bosque zen. Arte efímero (así es como lo llaman) que trata de hacernos reflexionar sobre el punto de equilibrio y paz que todos tenemos en nuestro interior…

Nos estamos acercando a Bolonia y se nota en el número de personas que nos vamos encontrando en nuestro camino. Nos acercamos y aparece la gran playa de Bolonia con su duna al fondo. No importa cuantas veces hayas estado aquí ni cuantas veces hayas trepado a la cima de la duna, cuando llegas, te quedas sin palabras.


Paramos en Las Rejas para retomar fuerzas. Nos hemos ganado unas tortillitas de camarones, un atún encebollado y unas deliciosas croquetas de choco acompañadas de una copita de Tierra Blanca!

Y como buenos españoles que somos, después de almorzar, toca reposar. En el camino de regreso, encontramos cobijo bajo la sombra de los Pinos. Echar la siesta al aire libre, resguardados del sol y disfrutando de la costa marroquí frente a nosotros es un verdadero placer.


Seguimos con nuestra ruta. Nos bañamos en las piscinas de Bolonia y vamos deleitándonos con el paisaje y los colores que proporcionan el atardecer.


En total hemos estado más de seis horas en ruta (con fotos, almuerzo y siesta incluídos!) y ahora toca ver ocaso. Para ello tomamos asiento en las cómodas tumbonas del Tangana, ya en Valdevaqueros, y con un mojito en la mano, despedimos un día redondo!


Y mañana, seguimos de ruta! ¿Nos acompañáis vidorr@s?!